El hombre y su circunstancia en la poesía de Manuel Pantigoso Pecero
por Roland Forgues
RESUMEN: El presente artículo analiza los grandes temas de la poesía de Manuel Pantigoso, centrándose esencialmente en los poemas inéditos que conforman el tomo II de su Obra poética completa, recién publicada. Reflexiona sobre la continuidad y las rupturas de la poética del escritor peruano, motivado, entre otras cosas por el utópico sueño de escribir el “poema integral”.
Para Lúcia
Ella ve el aire subir casa en sus hondones habitaciones vacías cabellos volando y el humo de su mirada esculpida en la pared para recordarnos que en algún lugar del silencio está ardiendo el alma votiva del río su íntima razón de estar y seguir siendo para gozar el misterio desprendido de tanto amor de tanto tejer nuestro propio ritmo de a dos ¿tanto da la luz? tanto el escribir un poema sin saber que lo estamos haciendo solo para agitar las olas del mar que es el vivir que es la sombra también el encantamiento del tú y del yo iluminados por el otoño ¡cuántos vientos alisios cuántos! Cruzando a tientas los dos hemisferios. Manuel Pantigoso. Encrespada poesía…
I-ARRIBA EN LA CIMA DEL MONTE
Tras su reciente fallecimiento, Manuel Pantigoso Pecero ocupa ahora un sitial de honor en el parnaso de la creación.
Allí está en diálogo eterno con sus compatriotas Vallejo, Eguren, Martín Adán, Moreno Jimeno, Magda Portal, Blanca Varela rodeada de sus talentosos compañeros de la generación del cincuenta, entre otros notables representantes de la poesía del Perú; asimismo con intelectuales de renombre como Palma, Mariátegui, Arguedas, Churata, y varios más. Todos ellos comprometidos con la celebración de la belleza y la defensa de los valores humanos esenciales à través de la creación.
Su incansable actividad creadora, poética, teatral y ensayística, su total dedicación al fomento de la educación y de la cultura en general, hacen de él uno de los intelectuales más connotados del Perú defensor y promotor de la cultura americana y universal.
Por las sendas incas del Qhapaq Ñan, su trayectoria personal lo ha llevado desde la Costa del Perú donde nació en la ciudad capital fundada por los conquistadores españoles, a las alturas andinas dominadas por los pueblos aborígenes, pasando por las orillas del Titikaka de cuyas aguas salió Viracocha el Dios Supremo de la creación americana, en clara concordancia con el ultraorbicismo de Gamaliel Churata y su Pez de oro:
Ahora el allá
es el acá
es decir el Pez de Oro
más allá de las órbitas estelares
cuando las estrellas caen
remando con los balseros
como hojas
como lluvias
sobre el añil del Titikaka
¿estamos debajo o al lado de ellas?
(Ultraórbico, T. II, p. 392)
Hasta llegar, cruzando a la velocidad de los antiguos chasquis incaicos, imaginarios mares, lagos, ríos y selvas, arenas y desiertos al Olimpo del mundo occidental y al Cerro Azul del mundo americano, sagrados lugares del arte y la creación desde donde nos extiende ahora su inmortal saludo.
Lo confirma meridianamente la publicación de su poesía completa con el sugerente y emblemático título de Rompeolas de altamar en dos hermosos volúmenes de más de setecientas páginas el primero que incluye todos los poemarios publicados en vida del poeta, y de quinientas el segundo, consagrado a las poesías inéditas.[1]
En esa monumental edición, preparada con especial esmero por la secretaria particular y entrañable amiga del poeta: Ligia Balarezo Mezones con prólogo del poeta Antonio Sarmiento, también estrecho colaborador del escritor desaparecido, el lector avisado podrá rastrear el itinerario de un infatigable y prolífico creador siempre en búsqueda de nuevas modalidades de expresión como herramientas de trabajo, tanto en el campo de la forma como del contenido.
Inconscientemente movido por la quimérica tarea de llegar a escribir el “poema integral” que diera cuenta del hombre y de su circunstancia como axis mundi, núcleo de la vida cósmica,[2] Manuel Pantigoso, a imagen y semejanza de Martín Adán y más aún de Octavio Paz, busca en la palabra “las putas palabras” del premio Nobel mexicano,[3] la esencia de la poesía; vale decir de la vida misma, de la solidaridad y armonía humanas.
Elementos éstos que tanto preocuparon a su compatriota Vallejo de quien resulta indudablemente heredero privilegiado en el campo de la praxis humana y poética[4] al mismo tiempo que de Eguren en el campo de la forma estética, y de Martín Adán en el campo de la reflexión sobre la esencia de la poesía;[5] esa poesía que “no dice nada”, según el autor de La mano desasida, y lo dice todo como cree el autor de Rompeolas de altamar.
Así en la larga y nutrida entrevista que le hice en Lima en diciembre del 2009, Manuel Pantigoso me confiaba: “En esta perspectiva de buscar raíces y desenvolturas conscientes e inconscientes, siento que mi poesía se identifica con la sombra luminosa de Martín Adán, con la magia ingenua de Eguren y con la profundidad humana y andina de Vallejo”[6]:
Oh lenguaje abridor de posibilidades
siempre más allá de sí mismo
siempre reinventándose desde sus recovecos
oh misterio que así mismo se habla
y aprende lo que dice o expresa
aquello que verbaliza
oh revelación objetiva descubierta
por el lector
por el intérprete
por la praxis humana que comprende
que es así el acto del gesto
de la libertad del lenguaje
(la tradición lo hace humano y consciente de su finitud histórica)
en la propia explicación y comprensión
en la misma interpretación del texto
en su distanciamiento en progreso está
la abstracta representación de su “último sentido”
allí el poema obtiene el silencio
en su callada voz
incandescente
oh Adán
oh Martín
con toda su escala humana hacia adentro
a contraluz se hiciera su destino
gustoso Amor tan próximo y ardido
su mágico encanto se urdió con el Poema.
(Callada voz incandescente, T. II, p. 71)
Dice Antonio Sarmiento:
“A la hora de pensar cuál es la naturaleza del yo lírico, Pantigoso propugna la idea de una puesta en escena de un personaje que protagoniza sus poemas, pero siempre pensando en el “otro” o abrazando a los demás. Su utopía es sinónimo de esperanza y liberación. En el decurso de su lenguaje -lejos del monólogo dramático el autor abraza al otro, a los otros. Del “yo” personal, íntimo, pasa al “yo-tu”, al “yo” de nosotros como una forma de coexistencia en el espacio de la poesía.” (T. I, p. 34)
Y el prologuista concluye destacando algunos de los valores humanos más notables que sellan la creación de Manuel Pantigoso:
“Dar cabida a todas las manifestaciones del espíritu, no dejar a nadie fuera del jardín del arte, es la naturaleza de un ser fraterno. Pantigoso exalta la amistad como símbolo, como sinónimo de hermandad y de elemento primordial de la condición del existir; pero debemos indicar que la fuerza de lo poético no reposa en este espacio fraterno y altruista, sino en la capacidad expresiva de un lenguaje sugerente, que despliega -a través de la palabra- una profunda carga y descarga afectiva al hablar del tiempo, del amor, de los sueños, incluso de la soledad, la muerte y el misterio, en diálogo permanente que traspasa el papel impreso, porque tiene el sello de una emoción indefinible”. (T. I, p. 34)
II- UNA POESÍA FUENTE DE SORPRESAS Y DESLUMBRAMIENTOS
Por mi parte, lo confieso: la lectura de la poesía de Manuel Pantigoso ha sido para mí desde el inicio una fuente de sorpresas, deslumbramientos y encantos, llamándome particularmente la atención la expresión lírica y la configuración física del poema, su diseño plástico rigurosamente ajustado a los temas abordados, el trabajo sobre la simbología de las imágenes y expresividad de las metáforas, la cadencia y musicalidad del verso.
Mediante la organización interna y la presentación externa, la ubicación de las palabras en el espacio poético respondiendo a lo que el propio autor llama “poética visual”, el juego de palabras y sobre las palabras con sorprendentes cortes o contracciones abriendo la puerta a insospechados significados, se intenta establecer en la construcción del poema una estrecha adecuación entre la forma estética y el contenido semántico. Se pone un especial cuidado en el ritmo del verso que, como bien señala Octavio Paz en su libro El arco y la lira, le da a la creación su auténtico carácter de poesía.[7]
Desde esta perspectiva me parecen justas y acertadas las palabras finales del prologuista:
“Hay en el fondo de cada texto una atmósfera emocional, una melancolía que busca aprehender el misterio del poema como síntesis de la vida misma. El autor llega al poema por formas indirectas, por temperatura de lo visible e invisible, por la sugerencia del ritmo.
Esa asociación de múltiples elementos es, efectivamente, un aporte fundamental de la poética de Manuel Pantigoso. En una primera etapa sus libros acentúan esta marca sugerente y englobadora que conlleva un barroquismo esencial; luego con los años su escritura se irá abriendo hacia una dicción más transparente y cotidiana, pero esta simplicidad de la palabra no se opone a la esencialidad interna; por el contrario, la hace florecer aún más. Desde ese contrapunto, desde el “reverso” y “anverso” que supone la escritura poética resplandece un permanente asombro frente a las cosas que se ven y se sienten, como un hallarse de nuevo en las horas iniciáticas en donde el poeta es un místico viviendo en plena comunión con la naturaleza y el cosmos”. (T. I, p. 48)
III- ESENCIA DE LA PALABRA POÉTICA
Insisto nuevamente en lo que señalé en trabajos anteriores[8]: Manuel Pantigoso explora las potencialidades más recónditas de la palabra para extraer de ella la savia que la alimenta en el contexto global de los cinco sentidos de Eros; vale decir los cinco sentidos de la Vida:
-la vista con los colores del arcoíris y los múltiples matices que les da el pincel del padre pintor. Lo podemos observar especialmente en En-clave de sol del color y en la sección “Panti-Textos. (Para una exposición ultraórbica)” de los poemas inéditos:
Fue el espíritu que fermentó al artista
y siguió en cada corpúsculo su sombra
en cada color su luz en cada cuadro
más allá de su orilla
del orbe ensimismado
el mismo pajonal y la luna
tienen su lago azul que reverbera y de pronto
el Pez de Oro que se enreda
en su propia geografía de hombre
y renace tenaz preñado
de barro y de múltiples ancestros
mascando peñas dramas de montaña
desde sus orígenes están las espirales en sus púlpitos
¡cuidado con sus ultraórbicos pinceles!
¡alerta con sus aletas cuerpo a cuerpo!
el pintor tiene estilo amarillo en sus ojos
en sueño renovado y vigilante
su paleta sus olas interiores
(nervio y pasión en su propia corriente
todo su país cruje en ensimismada conciencia).
(Huellas dactilares, T. II, p. 385)
-el oído atento a los ruidos y rumores de la vida terrestre y cósmica, susurro de los manantiales y de los puquiales, notas festivas de quenas, melodiosos acordes de guitarra y llamativos tañidos de charango que “libran por los caminos / la primavera” (T. II, p. 488), lejanos ecos de pututos acompañando suspiros de amor, o convocando a fraternas tertulias.
-el olfato acariciado por los sutiles perfumes de la naturaleza antropomorfa, “aromas de trigales /flor de amor” (T. II, p. 510) las “páginas de sonidos y olores” de Los siete uni/versos del Jardín de Magdalena y también de los jardines interiores y exteriores de los pobladores del mundo, como “el jardín que no duerme” de Daisaku Ikeda “poeta de la paz”, así llamado por el propio escritor:
El viento abraza tu árbol
y en nuestros corazones dando riendas
el aroma galopa en la pradera
entre fuegos lluvias y árboles corvos
sembrados de arcanas semillas
el silencio repica tus palabras
y de esa luna que vaga en tus ojos
el sol te va naciendo siempre
así Daisaku eres tan sideral
así es el tiempo que sonríe
¡Ikeda!
¡IKEDA!
(El arcoíris abraza tu árbol, T. II, p. 238)
-el sabor del vino “consagrado del Hijo para la vida” (T. I, p. 671) “saboreado a la orilla del mar” (T. II, p. 245) o degustado en el santo grial de la fraternidad en el “Jardín de Magdalena” y en las “tertulias de la voz”:
¡salud choque y vino!
¡sabor en cada timbre tono y ritmo
función antiséptica
rechazando brisa de playa
color de rosa vidrio de la razón
y reventar de rigidez al fin
de turbación misma la Rosa
el mundo urgente de la propia Voz
Voz que en silencio habla
cuenta y canta
lejos del hechizo que a sí mismo se miente
voz de la emoción que nos aparta
del engañoso fulgor
y del vacío
(Daimon o tertulia de la voz, T. II, p. 50)
-el tacto con el placer de la sensual caricia y del beso enamorado, del goce voluptuoso en la fiesta orgiástica de los cuerpos enlazados en escenas de un fino erotismo:
a la vera de sus orillas están
desnudos los amantes
están viendo astillas como estrellas
en la sombra se abrazan más
y más
y todavía es el día.
(Día de sombra, T. II, p. 327)
Es la plenitud del amor en armonía con la naturaleza y el cosmos en la imagen de la mujer hecha poesía como ocurre en Octavio Paz, y más precisamente en el admirable poema “Piedra de sol”[9] de Libertad bajo palabra:
Tus senos salían del mar
tu cabello era en llamas
alrededor de tu boca las gaviotas se hundían
muchacha abisal de lomas y quebradas
me he encontrado ahora soñando con tus sueños
vegetal aroma de tu sangre en la palabra
mujer de carne y verso de hoja en el rocío
en ti dibujaba toda la bahía
tumbados entre las rocas palmeábamos las nubes
en la profundidad más alta del acantilado
los musgos concordaban con tus manos
y tus piernas desatadas se iban
yo sabía que la ola se alejaba de la orilla
que abría nuevos rumbos después de darte
nombre y fulgor y viento.
Atrincherado sobre mi lengua de pronto
me he hallado aullando sin remedio
como un lobo o un caracol a tientas espantado por el sol
el tiempo fue muy pequeño
para despertar tu largura
tus hogueras tu rosada combustión de labios.
Una sombra de riachuelo amará no obstante este poema
de amor que me pediste
(¿nunca quedarás satisfecha?)
crecida de aguacero volverás a las cascadas
a los arrecifes
cuando mi voz se enronquezca y los delfines
encrespen tu cabello ardiente
pero ya no tendré cómo llamarte ni con el viento
y tú ya ni idea de lo que pienso
y ni el silencio para callarme.
(Tres tiempos abrazando la bahía del silencio, T. II, p. 310)
Estamos ante el armónico producto de la íntima fusión en el crisol de la poesía de lo interior y de lo exterior, de la materia y del espíritu, del cuerpo y del alma, captado en amplios y dinámicos movimientos de una naturaleza vivificante:
La tarde es del color de tu piel
como tus sueños
exhalo de perfumes y suspiros
(desde el puente desde su sombra
una guitarra te llama
canela flor)
la noche te pone un rubor en la mejilla
y el amor es del tamaño de la luna
el puente te devuelve luego a la mañana
más morena
más aroma
más sabor.
(El color de tu piel, T. II, p. 538)
Un torbellino arrasador de luces, colores y movimientos, acompañados por notas de música y danzas celebrando la vida como en el cuadro “Agitación de la belleza” del padre pintor, que despiertan la imaginación del simple observador como del aficionado.
No puedo dejar de mencionar aquí el comentario que le dedica el propio hijo poeta. Pues, bien mirado todo, la descripción e interpretación de la obra de arte, pintada al acercarse el final de la vida del artista, le abren al lector interesantes pistas de interpretación de la propia poesía escrita por el autor de Rompeolas de altamar:
“Síntesis de la estética pantigosiana, este cuadro fue pintado cuando el artista se acercaba a los 90 años. Representa de alguna manera la señal o marca de todas sus búsquedas y propuestas. No interesa la precisión anatómica sino ese remolino de líneas y colores saliendo del movimiento generatriz del cuerpo humano para movilizar nuestra mirada y nuestro ánimo. Es la constelación telúrica del arco iris, o el orbe estallando en un haz multicolor de origen igualmente cromático. A la par que giran incansables los colores, también se desenvuelven en una orquestación de tonalidades propias de una coreografía vital donde la hermosura, gracia y primor irradian la maravillosa danza del color. El fresco movimiento del baile juvenil se derrama con alegre y espontánea sensualidad en pinceladas libres y caligráficas. Es la pureza de una paleta de colores primarios, firmes, sin meditaciones titubeantes. Fiesta del color y de la libertad; fiesta de la belleza o signo de la vida encendida, jubilosa y plena, que nos agita y nos conmueve.”[10]
Todo ello está sintetizado en el iluminador poema “La danza” que el cuadro le inspirará al hijo en En-Clave de sol del color:
Al ritmo del pincel y sus abismos
Danzan por la pampa
Todo gira y gira
Todo se revuelve
El cielo y la tierra se eternizan.
/…/
en el ondular del cosmos en su mágica luz
en la policromía de la tela
el rojo ritual de los ancestros danza
y danzan suspendidos de la dicha
como volando
es la coreografía de un tiempo nupcial
despojado de sombras
es la poesía del color que esconde
la clave de sol entre las nubes
es el kacharpari los ayarachis y la flor
morada del panti-panti allá en los cerros
es la despedida
retumbando hasta el silencio.
(T. I, p. 335)
En un poema de la sección Piel de la palabra Manuel Pantigoso hablará del “sentido puro de la vida” frente al “sentido impuro de la muerte”:
frente a frente han quedado
el sentido puro de la vida
el sentido impuro de la muerte
caos y orden emparejados de azar
de melancolía
el ciervo mudo está frente al mar
(Más allá del amor el ciervo espera, T. II, p. 40)
La idea del continuo y tumultuoso proceso vital, del fluir ininterrumpido del tiempo se sostiene en la imagen tradicional recurrente y obsesiva del río que a veces se convierte en torrente, el emblemático río de los filósofos griegos en su indetenible curso. “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir”, así decía el poeta español prerrenacentista Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre al que el vate peruano alude discretamente en distintos poemas.
La imagen renovada del río cruza toda la obra poética de Manuel Pantigoso hasta constituir el núcleo central en la última parte de los poemas inéditos donde cobra una dimensión sagrada.
Del río surge la palabra, esto es: la poesía. (Río de fondo, T. II, p. 151). Ello se concreta en los poemas dedicados a los grandes ríos Amazonas y Danubio:
El río se viste de raso para conciliar
procedencias y extravíos
para juntar tantos otros y unificar alientos
sin descanso
(anegada envoltura
como obsesión distante
o misterio en la penumbra)
vida mansa cuando pasas y llevas
esquivas aguas bajo el puente
limpios están los negativos de tu álbum
tu destino y mi descarne
¡Danubio mi Danubio!
¡el poema en todas tus orillas
desde el fondo
escribiendo!
todos los días por tu cauce
perfilando ríos de sol desde tu cuerpo
caleidoscopio
no hay otro camino desde mi sombra.
(Refractado a la distancia, T. II, p. 99)
IV- DOS METÁFORAS CLAVES: EL RÍO Y EL MAR
Antonio Sarmiento lo ha notado: “La metáfora del río le sirve para unificar la visión de lo nacional con lo universal. De ese río nativo, íntimo, entrañado en la nacionalidad, se desplaza a ese mar último donde la existencia toca fondo”. (T. I, p. 45)
La persistente imagen del río “comienzo y final del viaje” (T. II, p. 109) reúne bajo la pluma poética de Manuel Pantigoso mito e historia, realidad y utopía.
Naturalmente la imagen del río fusiona con la imagen recurrente y central del mar que constituye el elemento clave por excelencia de la poética pantigosiana, en tanto que esencia de la palabra y de la vida, desde los inicios de su escritura hasta el final.
Bien lo señala el propio título de la Obra poética completa “Rompeolas de altamar”:
Madre mar
origen y orilla
de sal y arena
agua donde la vida
apacible
se desliza madre
bajo el sol
abrazando
boca de beso
lo que nace
toda la vida
remando en la borrasca
iluminando las sombras
madreamares
mar de mares
pura lluvia al grito del rayo
(Madreamares, T. II, p. 52)
En “Nubes de Cristal” leemos estos sugerentes versos que testimonian la unión sagrada entre el río y el mar como metáfora de fusión entre la esencia y la existencia de la especie humana:
Fue el mismo río el perfecto azul
taladrando hacia el inmenso y sediento mar
río cielo río tierra cruzando la ciudad
soplando a puro viento velero emplumado
cogido de sus orillas para no caer
para no morir entre piedras y yerbas
y cantar y silbar desde la constelación que mira
la música del corazón a trancos largos
todos los bosques reflejados en la palma y el oboe
con su mezcla de sueño y dulce vaguedad del fondo.
(Nubes de cristal, T. II, p. 93)
Es la búsqueda de lo sagrado representado por el profano “Jardín de Magdalena” de la poesía publicada y reunida en el tomo I de la Obra poética completa.
El “Jardín de Magdalena” encarna el espacio sagrado por excelencia de todos los jardines del mundo y ha venido a sustituir al bíblico “Jardín de Edén” de la civilización judeocristiana.[11]
No es casual que en uno se sus poemas inéditos se unan las imágenes del jardín y del río:
Desde niño adiviné
que el pequeño Jardín de mi casa crecía
como un río largo en un campo grande
fresco en mi aposento se deslizaba
mi silbido por allí como viento iluminado
yo silbando veloz caminaba
al otro lado del río yo y mi tonada
le hablaba a sus aguas
cristalinas a sus aguas que pasaban
bañadas por el sol
donde yo también solía airear
contigo mi cuerpo bautizado
contigo muchacha
que de pronto tus ojos
no sé si salieron del Jardín
sin que yo supiera si saliste
solo de mi poema en un instante donde yo
me quedaba tantas veces
el día no llega porque tú bien adentro
y el Jardín ha crecido tanto
y tanto amor y tanto
silencio bajo las flores secas
sin niño ni río todo confuso
solo los dos por el Jardín tan grande
y tan pequeño
el tormentoso río.
(Río y tonada, T. II, p. 177)
V-El MUNDO ES PURO ANDAR
Si bien es cierto que el río “armoniza a Heráclito con Parménides a la vez, lo fugaz y lo permanente, lo transitorio y lo concentrado”, según afirma aún Antonio Sarmiento (T. I. p. 45), reúne también la filosofía occidental con la filosofía de los antiguos amautas de las civilizaciones originarias americanas, de su historia, de sus leyendas y mitos que han logrado sobrevivir y constituyen buena parte de la materia prima de la creación de Manuel Pantigoso en clara o velada referencia.
Aquí están “¿El estancado tiempo, o tiempo iluminado?” (T. II, p. 53) de los antiguos quechuas y aimaras los caminos incas del Qhapaq Ñan, esos caminos que son “pañuelos blancos de nieve y espuma” (T. II, p. 342), los retratos de los descendientes de los fundadores del Perú en la sección “Voce-ando tras tus ojos” donde fusionan “todas las sangres” del Perú arguediano, emblematizadas con ese “Cholo Sotil”:
Agudo
perspicaz
ingenioso
tal tu nombre Sotil
peruano de puro pecho
ídolo de piedra respirando
desde el monte
(Cholo Sotil, T. II, p. 377)
Allí están todos, como ese mendigo indio de Cuzco “de barro animado / hasta la piedra” (T. II, p. 352), ese negro guitarrista de lejana ascendencia africana a piel firme “negro bordón de su alma blanca” (T. II, p. 353) o esa puneña aimara convertida en vendedora ambulante en la parada de Lima con “tejido puro de estrellas”:
Sayas
guirnaldas
chullos
arcoíris
compre usted caserito
desde el Titikaka traigo
tejido puro de estrellas
reflejos de Taquille
uros del Sol
puneña de mis entretelas
te has venido a Lima con horizontes
de nubes blancas
(la entraña de El Pez de Oro se ha plantado
en tus azules)
hoy la montaña no llorará
el Kancharani salió sin su montera
hoy te has construido con soles un castillo
(totorales por doquiera el corazón)
enrejado el sueño
ha nacido por su cuenta.
(Puneña en la parada, T. II, p. 351)
Y más aún aquí se mueve el chachador de la ancestral coca que define tal vez de la manera más exacta y cabal la historia del Perú en la que se conjugan antropomorfismo de la naturaleza y fisiomorfismo del ser humano, siendo el hombre árbol de coca, y el árbol de coca hombre:
Cayéndome de la risa
cumplidora Mamakuka
aguardiente me ha surtido
con garra y rabo al viento
pico y lomo su recuerdo
torito maloso la risa me ha picado
todos los dientes todas las púas de mi barba
(por mis cóndores y zorros arriba se han quedado)
me cargo ahora de la risa y corcovo también
y bufo emplumando el rojo sobre el negro
y bramo con la piedra que de antiguo
me está escuchando
(ya no pesa su carga
el dolor en mi lomo se ha pasmado)
y el griterío en la memoria es
lluvia rechinada por mis ojos
risa en el sombrero de mis apus
y el chullo tejiendo con sus voces
para que sepas lo que es sufrir
cuando mi cóndor está pica que pica
¡de su arriba la sangre está avisando!
¡está como lomeando!
(Las huellas de la coca, T. II, p. 373)
En “Cartel de membresía” Manuel Pantigoso reproduce ese pensamiento ancestral del mundo andino: “El hombre es puro andar” (T. II, p. 113) entre varios fragmentos del pensamiento occidental.
La imagen se ajusta perfectamente a la noción de destino, emblematizada por el camino que completa las imágenes del río y del mar. Las tres fusionan el espacio-tiempo de la moderna filosofía einsteiniana.
En otros poemas aún poetiza la arcadia del mundo precolombino ese “lugar privilegiado parecido al paraíso” -se entiende el paraíso judeocristiano del “Jardín de Edén”- evocado en “Reinvención agridulce del azul” (T. II, p. 306).
La alternancia de lo aborigen americano y de lo occidental no me parece ser, al fin y al cabo, de parte de Manuel Pantigoso sino una manera indirecta de celebrar la idea de respeto y reunión de las culturas en homenaje a algunos de sus admirados compatriotas como Arguedas, Vallejo, Mariátegui y el propio Churata que han reflexionado sobre lo nativo y lo occidental, la problemática de la identidad nacional y de lengua americana, el mestizaje y el pluriculturalismo.
VI- LOS CAMINOS DEL DESTINO
La mítica red del Qhapaq Ñan, que partía de Cusco hasta los cuatro suyos del Tahuantinsuyo, cruzando de norte a sur, de este a oeste, todo el inmenso imperio de los incas, constituye para Manuel Pantigoso una de las maravillas más grandes e impresionantes del mundo habitado y representa metafóricamente los caminos del destino del hombre andino y más allá de él del hombre planetario:
Camino
tanto
cuanto
y volver profundo al
¡Qhapaq Ñan!
¡Qhapaq Ñan!
de sus madejas se bifurcaron
para andar su destino
horizonte y vertical
cuando fuera blanca la luna y blanco el caminar
y fuera el sueño de tanto ir y regresar
y nunca penetrar
la oscura gravedad
¡Oh Qhapaq Ñan
¡Qhapaq Ñan!
¿cuándo tu verdad
de cruz?
(De nunca acabar, T. II, p. 343)
La simbólica y recurrente imagen de los caminos que serpentean por montes y bosques, que se cruzan, bifurcan, se pierden en el horizonte y reaparecen guiando la marcha del caminante abre las puertas del destino a una constelación de interpretaciones y significados:
¿Es un ardid del destino
el camino que se abraza a los sauces?
¿sus raíces acarician todos los caminos
plantan sus mitos en cada piedra
en cada borde del duro sentido del vivir?
(Donde gotean los sauces, T. II, p. 340)
Lo más notable en estos versos, como ocurre en el conjunto de la obra de Manuel Pantigoso, es la utilización de un lenguaje propio de lo humano para mostrar la indisoluble fusión entre la naturaleza y el hombre andino, y tratar de descifrar los arcanos del destino.
La naturaleza y su interiorización es ciertamente el protagonista central de toda la obra poética de Manuel Pantigoso. Al confundirse con la palabra hecha poesía, más allá de lo humano cobra una dimensión mítica y sagrada.
VII-LA MANO DEL POETA. ESCRIBO, PUES EXISTO
Debo precisar aquí que el amplio conjunto de poemas inéditos que figuran en el tomo II de la Obra poética completa ha sido rigurosamente preparado y ordenado por el propio poeta antes de su muerte.
En su prólogo Antonio Sarmiento señala:
“Las trece colecciones de este segundo tomo son inéditas. El autor las dejó ordenadas tomando como base, no el orden cronológico, sino el de proceso y progreso emocional del propio texto, capaz de alumbrar o descubrir otras significaciones, otras sigilosas correspondencias, y donde la función poética -la poeticidad- se manifiesta a través de la palabra experimentada como “palabra”, es decir, en toda su profunda y compleja subjetividad, tal como se aprecia en los volúmenes Piel de la palabra, Ardiente desnudez y Largo viaje de sombra iluminada. Aquí el bardo inicia una aventura verbal de sombra y luz, de inmersión y emersión, de reflexión sobre la poesía y el hombre desde sus raíces y voces ancestrales, concentrando en su mensaje aquellas “iluminaciones” o “despeñaderos” de la labor lírica, devueltos en muchos textos perdurables, entre ellos, “Poética del fondo de los cuerpos” y “Más allá del amor el ciervo espera”. Merced a esa aventura del conocimiento primordial para la construcción del poema, podría decirse que la poesía de Pantigoso está situada “entre la reflexión y el estremecimiento”, en vigilia ardiente, puesto que en su intento de “excarcelar” los anímicos estados interiores, alcanza a tocar la piel de la palabra hasta llegar a su desnudez emocional. (T. I, pp. 42-43)
Si bien es cierto que puede sorprender la cantidad impresionante de poemas inéditos que constituyen el volumen, ello es no obstante un claro indicio de la importancia que el poeta le daba a la creación poética como forma de ser y de estar.
Parafraseando al filósofo René Descartes, al que Manuel Pantigoso, como buen conocedor de la cultura y filosofía francesas, se refería a menudo en sus amistosas y fraternas conversaciones, no encuentro fórmula más adecuada para definir al poeta filósofo que fue el autor de Rompeolas de altamar sino: “Escribo, pues existo”.
Dicha cantidad de poemas inéditos confirma la efectividad de su permanente tarea creadora en la que desde los inicios se amalgaman armoniosamente continuidad y ruptura, búsqueda y hallazgos, realidad y utopía, individuo y colectividad, tradición y modernidad, canto coral y efusión lirica, razón y locura, deseo ardiente, ese:
Cuerpo a cuerpo para conocerse mejor
para amarse palabra con palabra
al pie del campo por el río
para colonizar el corazón y entender mejor
lo que dicta el asombro de la sangre
y la mente para montar y desmontar a buen ritmo
¡hola cuerpo y espíritu en tu boca y en tus ojos!
¡hola en el camino acompañados! ¡tas con tas!
¡Dionisíacos y Apolíneos! ¡obstinado helecho!
naturaleza y mito cruzando todos los nervios
del hombre que se nombra como doctrina
cuerpo de la mente y mente del cuerpo
como entraña de realidad transformada
trascendente subjetividad que
se pronuncia para mostrar el cuerpo
de vida natural de optimismo mortal
palabra nunca sexualmente privada
de ilusiones cruzadas a pierna suelta
hasta los hondones.
(Cuerpo a cuerpo, T. II, p. 178)
Deseo ardiente, digo, y silenciosa meditación, fiesta y soledad, esa soledad que “escucha al constante río / ir y venir de su alto prendimiento y desvelo” (T. II, p. 96); muerte profana y vida sagrada en el tiempo sin tiempo del mito y de la poesía “Nace y renace / la vida/ pasa y repasa / la muerte” (T. II, p. 515) esa “página que dice al hombre”, según confiesa en el poema “Piel de la palabra” (T. II, p. 38).
VIII-MEDITACIÓN SOBRE LA HUMANA CONDICIÓN
Poeta, dramaturgo y, por encima de todo filósofo de la humana condición y de la realidad cotidiana, Manuel Pantigoso nos deja una obra poética marcada por el sello de lo humano y de lo sagrado, de lo real y de lo trascendente al mismo tiempo.
Una obra inmensa, fruto de una larga e ininterrumpida historia humana y cultural, que nos interroga en lo más profundo de nuestro ser. “Demócrito y Heráclito pasajeros del mismo barco están también en su palo de mesana con la misma soledad del ermitaño desierto con el mismo mascarón de proa para hendir las aguas”. (T.II, p.67)
En el poema “Lenguaje del volcán” significativamente encabezado por un epígrafe del filósofo griego Séneca: “Somos las olas de un mismo mar/ las hojas de un mismo árbol/ las flores del mismo jardín”, confiesa el poeta:
Aire y Fuego fertilizados asombrosamente derretidos
ojo de Agua que sabe que la tierra es sedienta
aliada con el lluvioso vacío del cielo
sueño a la intemperie
latido que amanece innumerable y visceral al tacto
Palabra que se designa por su cuenta y estalla
en sangre y alcandora
volcánicos ríos todo en uno cuadriculado y libre
el apareamiento voluntario es el encandilado
la obertura gesticula a la muerte en órbita
por sus cuatro costados y en pánico la vida
explota expulsada y renacida desde el fondo
hiriente volcán entretela en sus adentros
la lava fermenta los aires
río abajo el magma de la palabra
cae en su silencio su cópula en mar adentro
su poética fundición va revuelta por el río
tumba y obelisco.
(Lenguaje del volcán, T. II, p. 86)
La preocupación filosófica de Manuel Pantigoso, su afán por descubrir, conocer e interpretar el mundo en el que nos ha tocado nacer y vivir, sus incesantes incursiones al fondo de “lo desconocido” para encontrar “algo nuevo” como quería el poeta francés Baudelaire, se revela implícita o explícitamente en una multitud de poemas. En especial en aquellos que tocan distintos aspectos de la vida real tanto en su dimensión concreta y ordinaria, como en su manera de abordarla en función de las creencias y prácticas culturales de los grupos étnicos y sociales originarios, occidentales, e inclusive orientales.
Este es el caso, para tan solo citar un ejemplo concreto, del poema “Militante de la cámara” dedicado al talentoso fotógrafo peruano Carlos “Chino” Domínguez, quien a través de la fotografía convierte el tiempo histórico, cronométrico, en tiempo mítico o tiempo eterno de la ausencia de tiempo:
espejo o esfinge de la cámara
para encuadrar la humanidad con otras auroras
con otras luces en celo
con otros visores ocultos que descubren
su imagen en tu mirada
(no la naturaleza muerta / congelada
sí la naturaleza viva / inesperada)
desde tu ángulo en todas direcciones
la realidad de la ficción está
del Perú al ojo vivo
desde su interior donde acampan las flores amarillas
sin olvidos
oh aventurero militante de la cámara
negra y blanca de la vida
techero de muchas almas como los gatos
muchos laberintos sortean por un país
inocultable e íntimo que en los ácidos
revele su cercana espera
como tú
por alta mar / por alto amor
Carlos “Chino” Domínguez
como un niño que coge del campo una hoja verde
y asombrado la sopla para que vuele
o un poeta hirviente de imágenes
que deshoja la subterránea luz
o acaso un filósofo de la tarde que recoge
la herencia del rocío para mojarse
al aire libre por toda la ciudad
(fotografía o afiche de la sabiduría popular
allí tu disparador es el corazón).
(Militante de la cámara, T. II, p. 347)
IX – DEL SUEÑO A LA REALIDAD
Reanudando con lo que dije al principio de esta reflexión sobre la obra poética de Manuel Pantigoso: al preparar en vida la publicación de toda su poesía en un libro único,[12]Manuel Pantigoso reanuda para la posteridad con su obsesivo sueño de escribir el “poema integral”, a imagen y semejanza de los ilusos novelistas como su propio compatriota Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura 2010, obsesionados por escribir la “novela total” que no puede existir sino en su imaginación creadora produciendo a veces, eso sí, extraordinarias obras de arte.
Como era de suponer, si en el sueño del poeta el afán de escribir el “poema integral”, no ha podido concretarse en la realidad de la escritura, nos ha dado por lo menos en la realidad de la tarea un libro único que llamaré el “Libro de la Vida”, gráficamente ilustrado por el “Teatro poético” al que Manuel Pantigoso dedicó parte de su talento y energía en tanto que escenificación de la vida misma.
El libro que consigna casi un siglo de escritura y de existencia, supera ampliamente la imaginación creadora convirtiendo la “realidad verbal” de la literatura en “realidad-realidad” como la llamaba el fino poeta Sebastián Salazar Bondy en su famosa polémica de Arequipa de 1965 con José María Arguedas.[13]
Tras la lectura de ese “Libro de la Vida”, que constituye la Obra poética completa de Manuel Pantigoso, una vida plena, libre, festiva y solidaria, que, trasciende lo real para convertirse en mito, no me queda sino brindar con el inmortal poeta:
¡por los luminosos amaneceres del futuro!
por su encrespada escarcha!
(Voces del lienzo y de la palabra. T. II, p. 236)
Como tantas veces en varios lugares del Perú y de Francia, levanto mi copa de vino, “mágica copa que redime el dolor” (T. I, p. 596), sagrada ostia del placer profano y vital, a la inmortalidad del poeta hermano que nos sigue acompañando.
REFERENCIAS DE LAS OBRAS CITADAS
-Adán, Martin. La mano desasida. En: Obra poética completa, Ed. Edubanco, Lima, 1980, pp. 155-339.
-Forgues, Roland. Octavio Paz. El espejo roto. Ed. de la Universidad de Murcia. España, 1992.
-Forgues, Roland. Los Pantigoso. Poética del color y de la palabra. Primera Edición, Lima, octubre del 2008.
-Forgues, Roland. “Manuel Pantigoso Pecero: La danza de los cinco sentidos” (Presentación y entrevista a Manuel Pantigoso). En: Palabra viva aumentada, Tomo 2: Hablan los poetas. Editorial San Marcos, Lima, 2011, pp. 223-240.
-Forgues, Roland. La voz de los orígenes. Ed. Universitaria Ricardo Palma, Lima, 2016, pp.417-432.
-Forgues, Roland. Vallejo: Dar forma a su destino celebrando la utopía. Ed. Universitaria Ricardo Palma, Lima, 2022.
-Forgues, Roland. “La primera palabra de Manuel Pantigoso, en Los siete uni/versos del Jardín de Magdalena”. En: Sinfonía solar. Estudios críticos sobre creación peruana. Ed. Universitaria Ricardo Palma, Lima 2022.
-Pantigoso Pecero, Manuel. Pantigoso, fundador de los independientes. IKONOS, Primera edición, Lima, agosto 2007.
-Pantigoso Pecero, Manuel. Rompeolas de altamar. Obra poética completa. Primera edición, Lima, julio 2024, 2 tomos. Tomo I: 706 pp. / Tomo II: 540 pp.
-Paz, Octavio. Libertad bajo palabra. Ed. Fondo de Cultura Económica, México 1985.
-Paz, Octavio. El arco y la lira. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
-Sarmiento, Antonio. “La poesía de Manuel Pantigoso: sentimiento, simbolismo y comunión de las artes”. En: Rompeolas de altamar, Tomo I, pp. 33-48.
– Primer encuentro de narradores peruanos. Arequipa 1965, Lima Casa de la Cultura del Perú, 1969.
[Couyou, Francia, octubre 2024]
[1] Tomo I 2024, 706 pp. Tomo II 540 pp. En referencia en este trabajo: T. I y T. II.
[2] Me reafirmo aquí en las observaciones que formulé en la entrevista que le hice al poeta para el tomo II de la colección Palabra Viva consagrado a la poesía: “El único parentesco que me atrevería a formular
entre tú y los poetas de Hora Zero, como Juan Ramírez Ruiz por ejemplo, es la idea de “poesía integral”, pero vista en tu caso, no como una poesía que diera cuenta de la totalidad de la realidad concreta, sino como una poesía que reuniera los cinco sentidos de la realidad humana, y de la vida determinada por los cuatro elementos que la componen: tierra, agua, aire y fuego. En el fondo como en la poesía simbolista, tus poemas están construidos alrededor de un sutil juego de correspondencias. Lo confirma también el aspecto material de los libros. Su aspecto gráfico y visual, las ilustraciones que valoran el texto escrito poniéndolo en evidencia”. Op. Cit, p.231.
[3] En el poema “Las palabras “ de Puerta condenada dice el poeta:
Dales la vuelta,
Cógelas del rabo (chillen putas),
Azótalas.
Deles azúcar en la boca a las rejegas,
Ínflalas, globos, pínchalas,
Sórbeles sangre y tuétanos,
Sécalas,
Cápalas.
Písalas gallo galante,
Tuérceles el gaznate, cocinero,
Desplúmalas.
Destrípalas, toro,
Buey arrástralas,
Hazlas, poeta,
Haz que se traguen todas tus palabras. (Op. Cit.p.38)
[4] Para más precisiones, remito a mi libro Vallejo: Dar forma a su destino celebrando la utopía.
[5] Véase el capítulo VI de mi libro La voz de los orígenes titulado: “Martín Adán, La mano desasida: salto mortal y conciencia histórica”. Op. Cit. pp.417-432.
[6] Palabra viva, Tomo II: Hablan los poetas, p. 229
[7] Escribe Octavio Paz: “El ritmo es inseparable de la frase; no está hecho de palabras sueltas, ni es solo medida o cantidad de sílabas, acentos y pausas: es imagen y sentido, Ritmo, imagen y sentido se dan simultáneamente en una unidad indivisible y compacta: la frase poética, el verso”. Op, Cit., p.70
[8] En especial: “Manuel Pantigoso Pecero: La danza de los cinco sentidos” y Los Pantigoso. Poética del color y de la palabra .
[9] Analizo detenidamente el poema en mi libro. Octavio Paz. El espejo roto, concluyendo que la mujer se ve asimilada al mundo; ella misma es el mundo y el fundamento del ser y de la existencia”, Op. Cit, p. 79.
[10] Manuel Pantigoso. Pantigoso, fundador de los independientes. Op. Cit., p. 120.
[11] Para más precisiones véase mi ensayo “La primera palabra de Manuel Pantigoso, en Los siete uni/versos del Jardín de Magdalena”.
[12] A modo de confirmación reproduzco aquí las confidencias que me hizo, su secretaria privada e indefectible amiga Ligia Balarezo Mezones, editora de Rompeolas de altamar en un mail reciente del 4 de setiembre de 2024 donde me decía entre otras cosas: “Él [Manuel Pantigoso] estuvo preparando y corrigiendo su obra, pero no le alcanzó el tiempo; sin embargo, cuando me entregaba sus poemas escritos a lápiz para que se los pase en limpio me decía: «No te olvides Ligita, te encargo que se publique mi obra poética completa, es mi anhelo ver toda mi poesía en un solo libro y le pido a Dios que me de dos años más de vida».
[13] Primer encuentro de narradores peruanos. Arequipa 1965, Lima Casa de la cultura del Perú, 1969.
Artículo publicado gracias a la autorización expresa del Dr. Roland Forgues, recibida el 10/10/2024.