MANUEL PANTIGOSO: A UN AÑO DE SU PARTIDA
Por: Francisco Pantigoso Velloso da Silveira, hijo de Manuel Pantigoso
Un diez de marzo de 2024, hace un año ya, mi padre exhaló en silencio su último suspiro.
Tras larga y penosa lucha por seguir viviendo, se nos fue hacia la luz eterna, y nos dejó con ese “vacío sin fondo”, como diría Vallejo, un dolor en la garganta y que nunca ha de esfumarse.
No hay un día que no lo hayamos recordado, porque sus palabras y ejemplo siempre han estado presentes y gracias a todo ello, él será inmortal. Quiso seguir viviendo porque aún tenía mucho por dar a las letras peruanas, siendo un notable poeta, dramaturgo, gestor cultural, un Maestro al cual todos recurrían porque había llegado ya al estado de ser un Sabio.
No se puede describir la falta que hace un padre a un hijo. Más aún cuando compartíamos el Arte como forma de recrear existencias: él desde la poesía, y yo desde la pintura; pero nos entrelazamos armoniosamente mucho, pues yo ilustré sus poemas (como en “Salamandra de hojalata”), o fui ilustrador en el Suplemento “Crónica Cultural” del Diario La Crónica, donde él fue Director por muchos años. A su vez, recíprocamente, él le puso poesía a mi exposición de acuarelas sobre Mitos del Perú, con poemas maravillosos como este:
“Leyenda de Naylamp de los Moche
El azul ungió el cielo y el mar/ y ya no hubo misterio cuando llegó/ la leyenda/ inmensa ola de boca en boca/ inmensos peces como enramadas/ y el agua hirviente nube blanca/ y las algas pájaros absortos/ el gran dragón fue la misma balsa de oro/ el fuego de la corriente hasta la playa/ llegado de otro mundo/ ¡él es el dios marino!/ ¡es Naylamp!/ su nombre ha de sembrar en Moche/ la vida que yo quiero/ sin naufragio.”
Poesía premonitoria de sus viajes culturales y filosóficos, por el cielo y la tierra, por los versos infinitos que hoy la familia ha podido seguir disfrutando, al publicarse -siguiendo su pedido- su obra póstuma y crearse la web que lleva su nombre.
Mi padre y yo seguimos así el postulado del arte y la creatividad que mi abuelo -su padre-, Manuel Domingo Pantigoso nos inculcó: “Uds., recuerden, serán siempre sacerdotes de la belleza, no lo olviden”.
Recuerdo a mi padre con ternura y orgullo; llegando muy tarde de noche -cuando yo era muy niño- de múltiples trabajos como profesor, para llevar el pan a la casa. Yo, ya antes de dormir y sin poder verlo por lo tarde de la hora, le escribía unas notas de cariño y con dibujos, que dejaba junto a una limonada en su mesita de noche, para que refrescara un poco su esforzada vida.
Y crecimos con sus palabras, su orientación, sus consejos, su gusto por la palabra y las tertulias, las veladas culturales familiares (donde había teatro, ballet, títeres y piano), la creación de la revista “Pantiheraldo” (con vigencia de tres años de artículos y dibujos de toda la familia, siendo una joya y ejemplo de la “Educación por el arte”), aunado al hecho de acompañarlo a sus conferencias, recitales y direcciones de teatro.
Padre: dejaste la semilla de la dignidad, la ética y el Arte; y eres un ser hoy eterno. Jamás te olvidaremos. Nunca te has ido, porque cierro los ojos y te sigo escuchando, absorto, como desde niño. “Dame tu mano, los dos haremos menos pesado el camino”, te lo vuelvo a repetir.